Estamos cerca de aquellas fechas
donde las emociones se afloran, fechas donde aceptamos la gran oportunidad de
reunirnos con nuestros más allegados. Sin embargo, este año, esas emociones van
a estar desfiguradas como si de una montaña rusa se tratara. Bien sabemos que
la calidad de vida de las personas con discapacidad se ha agravado[1] de manera considerable en estos meses de cruel
pandemia. Los derechos, la capacidad de decisión, la autonomía que parecían
asomarse por la ventana, se han reducido[2] a cenizas a golpe de decretazo. Y es que a día de hoy
continuamos con la necesidad de pedir permisos para salir a la calle o para el
simple hecho de ver a la familia. Puede entenderse que se quieran crear
burbujas donde la seguridad tenga una posición única y fundamental. Sin
embargo, hoy nos sentimos apagados. Y es que no hay movimiento que no esté más
controlado que el nuestro a pesar de que los denominados irresponsables no
estén en nuestro entorno. Y eso entristece, te hace más débil, te asola[3], te pierde[4]… hace que la situación emocional, que nuestra dignidad
esté por los suelos.
Por eso, ver
como un grupo de estudiantes ofrecen su perspectiva y su idea de nuestra situación,
ver que entienden y se ponen en nuestro lugar, ver como intentan dar
alternativas, es darnos una pequeña dosis de energía donde apreciamos que hay
quien nos entiende. Escuchar que se propongan alternativas al programa de
voluntariado[5], ver que nuestras representaciones
navegan la ciudad para difundir nuestra realidad a la gente[6], animarnos a realizar algo tan
sencillo como videollamadas a través de la pantalla[7], confortarnos mediante una diversidad
musical la regulación emocional,… es para sonréir y pensar que la gente
entiende de inclusión, entiende de calidad de vida y entiende de dignidad; y
eso nos tranquiliza. Simplemente porque como bien se destaca en uno de los
vídeos recibidos “el 90 por ciento es la actitud con la que nos enfrentamos a
esos problemas para la vida diaria”[8] y porque creemos que “mucha gente
pequeña, en lugares pequeños, haciendo cosas pequeñas pueden cambiar el mundo”
(Galeano, E.).
Ante esto, a todos los estudiantes de pedagoía de la UPV-EHU y en especial a Esther Cruz y a Juan Martin Mendigutxia, desde la vivienda Txara os decimos gracias.
P.D.: por
derechos a vuestra privacidad se ha decidido omitir el nombre de los
estudiantes.
[1] FIVE
(2020): Erronka 2020/2021. Donostia: UPV-EHU pedagogia.
[2] “hauen
zenbait eskubide urratu egin dira…”. RESET Taldea (2020): Aspace. Donostia:
UPV-EHU pedagogia.
[3] FIVE
(2020): Erronka 2020/2021. Donostia: UPV-EHU pedagogia.
[4] LAS
PASCUALAS (2020): Donostia: UPV-EHU pedagogia.
[5] RESET
(2020): Aspace. Donostia: UPV-EHU pedagogia.
[6] ANANA
(2020): Aspacerako proiektua. UPV Donostia: UPV-EHU pedagogia.
[7] LAS
PASCUALAS (2020): Donostia: UPV-EHU pedagogia.
[8] (2020):
Sube la mano y grita Aspace. Donostia: UPV-EHU pedagogia.